El impacto tecnológico en el sector educativo

La transformación tecnológica ha llegado al sector de la educación en diferentes formas. Elementos como el uso de dispositivos electrónicos, la realidad virtual, la gamificación o las plataformas online, generan un impacto creciente en la actividad de formadores y alumnos. Su naturaleza abre interesantes oportunidades pero también potenciales riesgos que debemos tener en cuenta.

Los dispositivos electrónicos, tales como ordenadores portátiles, tablets, smartphones o pizarras digitales son cada vez más habituales en las aulas y en la actividad diaria de docentes y alumnos. Los tradicionales libros y pizarras parecen instrumentos cada vez más obsoletos y condenados a la desaparición, aunque todavía resisten mejor de lo esperado.

El uso de aparatos electrónicos como los anteriormente mencionados amplía la cantidad de información disponible, ya que alumno y profesor pueden acceder a inacabables recursos editoriales, gráficos o audiovisuales en apenas unos instantes, frente a las limitaciones que representan libros, cuadernos y pizarras. Además, suponen un incuestionable ahorro de espacio y peso en las mochilas, cuestión especialmente crítica para alumnos en edades tempranas.

No obstante, también requieren de un profesorado capaz de utilizar con soltura estas nuevas tecnologías, circunstancia que no siempre se produce. En España, país donde la educación pública tiene un peso importante, la fuerte inversión de la administración en este tipo de recursos se ha visto malograda en parte porque no se ha formado suficientemente a los profesores en su uso. Además, el uso de ordenadores portátiles, tablets y teléfonos móviles aumenta el riesgo de distracción de los alumnos, cuya actividad digital es difícil de controlar por parte del profesor, especialmente cuando se trata de grupos numerosos.

Otra causa que explica en parte el porqué de la resistencia del libro tradicional frente a la tablet o el ordenador portátil es la propia naturaleza humana, ya que hay diversos estudios que afirman que el aprendizaje es más efectivo cuando se escribe y se subraya de forma manual que cuando se utilizan aparatos electrónicos.

La realidad virtual es otro de los elementos que influye actualmente en el sector de la formación. Su desarrollo es más reciente, por lo que aún no se ha incorporado de manera tan intensa aunque la perspectiva es que gane peso en los próximos años.

La mayor utilidad que puede aportar es el aprendizaje inmersivo. A través de unas gafas de realidad virtual, el alumno puede introducirse en entornos históricos, naturales, artísticos o de cualquier otra índole y comprobar de primera mano lo que en otros casos tendría que aprender a través de la tinta, el papel y alguna ilustración. La experiencia sensorial tiene lugar, además, a un coste muy bajo, ya que el alumno puede acceder a entornos para los que en cualquier otra circunstancia tendría que viajar o pagar una entrada, peaje ahora innecesario gracias a la realidad virtual.

Sin embargo, la realidad virtual, al menos tal y como está desarrollada actualmente, no es un sustitutivo perfecto de la experiencia real de trasladarse a ciertos lugares. La experiencia completa que supone un viaje a Roma o al Vaticano para disfrutar de los frescos de la Capilla Sixtina, difícilmente será remplazada totalmente por una experiencia virtual en cualquier aula. Además, una sustitución total de los libros de texto y las explicaciones docentes por este aprendizaje inmersivo iría en detrimento de la capacidad lectora, de síntesis y expresiva de los alumnos.

En tercer lugar, la gamificación está ganando popularidad en el sistema educativo. Mediante esta técnica, los docentes pueden hacer más atractivo el aprendizaje de materias habitualmente densas y complejaspara los alumnos, tales como matemáticas, ciencias naturales o historia. Los tradicionales métodos de estudio se transforman en competiciones contra uno mismo contra otros compañeros en el que los alumnos, ahora jugadores, deben ir superando niveles como si de un videojuego se tratase.

Plataformas como Brainscape, que permite la utilización de tarjetas digitales sobre distintos temas, knowre, que desafía al usuario a resolver complejos problemas de álbegra y geometría, o kahoot!, que facilita la creación de cuestionarios y tablas clasificatorias para que los alumnos puedan competir entre ellos, han ganado terreno en la educación, consolidándose como un complemento divertido que potencia el aprendizaje y que ayuda a motivar a los alumnos.

En este caso, los formadores no deben perder de vista que este tipo de plataformas pueden ser verdaderamente útiles para complementar y potenciar la asimilación de conocimientos, pero resultan poco eficaces para transmitir algunos de los valores consustanciales al sistema educativo, tales como la disciplina, la capacidad de sacrificio y la gestión del estrés. Sustituir totalmente el estudio, la memorización y la evaluación a través de pruebas escritas u orales por juegos perjudicaría notablemente el desarrollo y el proceso de maduración del alumno.

Por último, la educación a distancia se ha potenciado notablemente a partir de empresas cada vez más prestigiosas como Coursera, Khan Academy o Udemy, donde instituciones educativas y formadores particulares ponen a disposición de usuarios en todo el mundo cursos sobre las más diversas materias. Estas plataformas ofrecen una amplísima gama de cursos formativos a demanda que el alumno puede adquirir a precios muy competitivos o incluso gratis. En el caso de Coursera, por ejemplo, tan sólo se debe pagar en caso de que se pretenda obtener la titulación; en caso contrario, se puede acceder libremente a todo el conocimiento de manera gratuita.

Actualmente, estas plataformas están experimentando un crecimiento notable y ya han pasado de ofrecer cursos monográficos de una extensión limitada a cursos de un año e incluso grados másters certificados por instituciones de tanto prestigio como el MIT o Harvard. El precio, aun siendo más elevado que los cursos más breves, sigue siendo notablemente más accesible que cursas un máster en esas instituciones; en Coursera, por ejemplo, un máster online puede costar en torno a los 2.000 euros y un grado en la University of London entre 10.000 y 15.000 euros

Sin embargo, y al contrario de lo que aseguraban algunos expertos de que las universidades tradicionales acabarían desapareciendo en favor de estos nuevos modelos educativos y de negocio, lo cierto es que su extensión ha sido menor que la esperada por diversos motivos.

1. Accesibilidad

Aunque el curso lo certifique Harvard o Stanford, el mercado aún no valora de la misma forma una estancia física en uno de sus prestigiosos grados o másters que un curso online, entre otras cosas porque para éste último no existe ningún tipo de filtro: cualquiera que lo desee y esté dispuesto a pagarlo, obtendrá esa titulación.

2. Dificultad

  1. El sistema de calificaciones es menos exigente que en cualquier universidad tradicional. Es cierto que se han desarrollado sistemas para minimizar el riesgo de copiar o realizar cualquier tipo de trampa en el examen, pero lo cierto es que aún no se ha encontrado el método que iguale el control de hacer un examen en el aula supervisado por una o varias personas y el de hacer un examen en tu propia casa, sin nadie capaz de controlar qué páginas, libros o apuntes consultas.

3. Interacción

Aunque este tipo de cursos pueden ser verdaderamente útiles para profesionales que ya están trabajando o estudiantes que quieren complementar algún aspecto concreto de su formación en una asignatura nicho, no son capaces de sustituir una experiencia universitaria completa en lo que se refiere al componente social. Una de las características fundamentales del sistema educativo es la capacidad de cooperar, competir y socializar con compañeros de distintas procedencias, y eso es algo que aún no ha logrado este tipo de plataformas, que ofrecen una experiencia demasiado individualista.

En definitiva, la transformación tecnológica se ha manifestado de manera significativa en la educación. No obstante, y puesto que existen aspectos como la disciplina, la gestión del estrés, capacidad de sacrificio, socialización o capacidad escrita y oral, que siguen siendo fundamentales para el desarrollo del alumno, estas nuevas tecnologías no han sido capaces de sustituir al tradicional boli, papel, libro, subrayador y examen escrito.

En cambio, estas plataformas deben aspirar a ser un complemento ideal para facilitar el aprendizaje de asignaturas, motivar a los alumnos, permitir la práctica en momentos de ocio y facilitar el trabajo a profesionales que cuentan con escaso tiempo para mejorar su formación.

‘‘¡Stay tuned!’’

Manuel Sánchez

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